miércoles, 26 de febrero de 2014

Se me quedó cara de Gollum

Ellas, dos treintañeras normales, vestidas de vaqueros normales, con pelos normales y caras normales.
Yo, también treintañera, debatiéndome internamente entre comprar una lejía normal o comprarla perfumada.

Nada hace presagiar lo que estoy a punto de escuchar en el pasillo de detergentes varios y desatascadores de Mercadona.

Treintañera normal 1: "Es que, ¿sabes? al pervertido de mi ex le molaba darse por el culo a si mismo...
Treintañera normal 2: "¡Que fuerrrrrrte!, ¿y se retorcía la polla y se la metía, o que?
Treintañera normal 1: "¡Halaaaa burra!, ¡con un consolador!
Treintañera normal 2:"Ah! ya decía yo, JAJAJAJA!!"
Treintañera normal 1: "JAJAJAJAJA!!!!"

Se van del pasillo sin mirar atrás, carcajeándose, dejándome petrificada con una garrafa de lejía en la mano que me apresuro a devolver al estante.
Cojo varias cosas más, paso por caja, guardo compra en maletero, abro puerta piloto, me siento, meto llave.
Arranco.

Que levante la mano quien haya pensado como primera opción que el ex la tenía de metro y medio y le llegaba.

Yo también lo pensé.

martes, 25 de febrero de 2014

El pueblo de los escribas

María Luisa amaba la lectura. Para ella, los libros (pliegos, la mayoría de las veces) eran documentos  de gran valor que transmitían historias maravillosas, algunas veces sobre las obras de santos y apóstoles, otras veces sobre lo mundano de la vida en el campo, las siembras, los amores, la alegría de vivir o la muerte.

Con un libro que desprendía un tenue olor a cuero y completamente ensimismada junto a la ventana la encontró su doncella de cámara.

-Tenemos que partir, señora, el carro la espera abajo.

Tras el último aborto María Luisa aún estaba delicada y el traqueteo del carruaje no la ayudó en absoluto a sentirse mejor, llegó al pueblo semi inconsciente y febril, por lo que no pudo notar ni la expectación que causó su llegada, ni el recibimiento que quisieron darle los chiquillos, las mujeres y decorosamente más apartados, los hombres.

Estuvo enferma muchos días, guardando cama y sin recibir más visitas que las del médico, las de su doncella y, por supuesto, las de su esposo: Don Artal de Aragón.

Un alegre día de primavera se sintió con fuerzas suficientes para dar un paseo hasta el convento, aunque el médico desaprobó tal idea no pudo hacer nada para disuadirla, puesto que María Luisa Fernández de Heredia era de físico frágil y menudo pero de temperamento obstinado, noble y tenaz.

Cogida del brazo de su doncella y apoyada en un bastón salió a la fresca mañana de mayo, sus embotados sentidos no estaban preparados para la explosión de olores, colores y sonidos que la embargaron.

Pina era una villa muy hermosa y próspera, muchas de sus casas lucían intrincados artesonados de madera en sus aleros y saledizos, las puertas abiertas permitían ver patios frescos y llenos de flores y plantas y la mayoría de las calles eran de tierra pero otras, más afortunadas sin duda, estaban empedradas con guijarros del cercano río.

La mayoría de la gente se encontraba laboreando en los campos así que, hasta la iglesia, sólo tuvieron de acompañante el muro semi derruido que separó la parte cristiana y la árabe del pueblo hacía ya un tiempo.

La recibió su marido en la puerta del convento, consternado por la palidez de su rostro, junto a él un hombre enjuto, completamente calvo y con ojos afables inclinaba la cabeza.

-Pasad esposa, cogeos de mi brazo, el prior nos enseñará cómo está quedando todo.

La voz del prior era grave y bien modulada; un auténtico narrador que fue desgranando la historia de la construcción. Contó anécdotas que hicieron reír a María Luisa, tragedias que también habían acontecido, como el derrumbamiento de parte del claustro sobre varios constructores “lo que nos hizo ver la necesidad de construir los arcos pareados, ya que los que se habían hecho antes no soportaban el peso de la techumbre”, agradeció infinidad de veces la ayuda que el mecenazgo de los Condes había supuesto para poder finalizar la iglesia y el convento y, finalmente, parándose ante una austera doble puerta de madera pidió que la señora hiciese una selección de libros que creyese que debían incluirse en la biblioteca.

-¿Biblioteca?- preguntó sorprendida.

El mismo Artal abrió las puertas, María Luisa ahogó un grito; ante ella se abría, alta y luminosa, una espléndida biblioteca, una sala rectangular no muy grande, con estanterías de madera hasta arriba, algunas de ellas repletas de libros, otras vacías, en medio de la sala cuatro monjes inclinados sobre sus pliegos leían o transcribían de un libro a otro.

-Escribanos, su ilustrísima-dijo el prior respondiendo a una pregunta no formulada- se encargan de copiar códices, de traducir del latín, de coser encuadernaciones...

Pero María Luisa no escuchaba y ajena a lo poco habitual que era que una mujer se pasease por allí se acercó a las estanterías. Había biblias de todos los tamaños y medidas, en latín, en castellano, en italiano, en francés y en varios idiomas más. Había libros de cantigas, canto gregoriano, poemas de apóstoles, glosarios, también encontró varios tomos sobre usos de plantas medicinales, arquitectura, matemáticas e incluso un libro sumamente atrevido sobre anatomía humana.

Paseó con sus dedos por los lomos; texturas suaves de cuero viejo, pergaminos antiquísimos, pliegos de papel rugoso y apenas tratado, inspiró profundamente el perfume de esa sala, a los olores propios de los libros se sumaba el olor de algunos cirios que iluminaban los rincones más oscuros, el olor penetrante de la tinta y el perfume ácido del ungüento con el que se pegaba el pan de oro.

Después los Condes entraron en la iglesia anexa y rezaron.

Todo aquello le pareció a la condesa una maravilla, un pequeño tesoro que había que preservar y con la obstinación que la caracterizaba y sintiéndose fuerte comenzó a recopilar libros y enviarlos a San Salvador, mandó a buscar ediciones especiales a Londres, Roma, Nápoles, consiguió réplicas y originales preciosos de los afamados monjes del Císter en Francia (auténticas antigüedades) y nuevos frailes acudieron a aprender y a establecer una pequeña imprenta, de esta forma la biblioteca del convento de San Salvador se convirtió en una de las más completas y bellas de la región.

El devenir del tiempo y los acontecimientos de décadas y siglos posteriores no fueron excesivamente benevolentes ni con la biblioteca ni con el convento; un incendio devastador se llevó consigo la sala de los escribanos y todo lo que en ella había, incluidos dos monjes.

La desamortización de Mendizábal desalojó a los frailes que quedaban dos siglos después y la guerra terminó de destruir lo que quedaba en pie del convento.

Los habitantes de Pina no saben que hace tantas centurias su pueblo fue considerado “de escribas”, es un hecho que no ha tenido eco histórico, ni documental. Sin embargo, si María Luisa mirase atentamente a la Pina actual comprobaría complacida que en la villa sigue habiendo escribanos o escritores, tampoco le sorprendería ver donde se situará la futura biblioteca ya que ésta se levanta exactamente en el mismo lugar donde existió la de los monjes.

Todo esto le haría pensar que, de una manera casi sobrenatural, Pina sigue siendo el pueblo de los escribas.


(Relato ganador presentado al XVIII concurso de relatos de la Villa de Pina de Ebro)

sábado, 22 de febrero de 2014

Gritómetro


 El gritómetro es un artilugio que no existe más que en mi mente. No es un medidor de decibelios. El gritómetro sirve más bien para medir la intensidad de furia y necesidad de desahogo del que grita.
Igual que los sismólogos manejan la escala Richter para saber cuán catastrófico ha sido un terremoto, los expertos gritólogos (es decir, yo misma) tienen otra escala medidora que llamaremos Escala Critter.
Al lío:


1 en escala Critter. Es el también conocido "grito hacia adentro". Es más un grito mental que otra cosa. Este grito es de angustia más que ira, es el grito que tienes cuando estás cansado o triste o deprimido. Es difícil de oír, hay que ser sensible para ver a una persona aparentemente tranquila y percibir que está gritando por dentro, en realidad.

                                                     

 2 en escala Critter.  Audible, chillón, histérico. Desquiciante para quien lo emite y para el que lo escucha. Está causado por el desbordamiento de tareas y preocupaciones, por lo general. Es el "estoy hasta los huevos", el "mi paciencia tiene un limite y lo acabamos de traspasar". Los gritos en esta escala son fulgurantes, rápidos como el rayo y por lo general, efectivos.
"¡YA VALE!" sería su expresión por antonomasia.
Cualquier madre que se precie sabrá a qué grito me refiero.

3 en escala Critter. Muy parecido al anterior en forma pero diferente en cuanto a duración. El nivel 3 requiere un saturamiento sostenido en el tiempo. Se puede oscilar entre niveles 2 y 3 en temporadas en las que te das asco a ti mismo. La imagen lo dice todo, el nivel 3 comienza a animalizarte. Es el "estás a la que salta", el "llevas una temporada insoportable", el "vete a tomar pol culo tanto gritar". En este nivel de la escala necesitas soltar tacos cuando gritas y también, descalificar a veces.




 4 en escala Critter. Es el grito o gritos revienta fiestas, destroza amistades, rompe lazos familiares. Es el apoderamiento supremo de la amígdala de tu cerebro. No eres tú el que grita, es un ser mitológico que habita dentro de ti y que ha emergido cuando la temperatura de tu sangre ha alcanzado niveles de furia extrema. En este nivel se dicen las grandes burradas por las que serás recordado y las grandes verdades por las que también serás recordado.
Igual que un terremoto de escala 10 modifica el paisaje, el grito escala 4 te cambia de alguna manera. Muchas discusiones conyugales parecen llegar a este nivel pero no es así, la mayoría de las veces la gente se queda en el 3, como mucho.

Solo queda añadir que la permanencia en cualquiera de los estados Critter por mucho tiempo es nociva para la salud y merma las relaciones sociales.

Y por último, hay que decir que tampoco hay que creerse todo lo que yo diga. Al fin y al cabo, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

jueves, 20 de febrero de 2014

La historia de un silbido

Se hace un círculo juntando el pulgar y el dedo corazón. Los demás dedos no interfieren así que deben alejarse del perímetro formado por esos dos otros dedos.
Metes la punta de ese círculo en tu boca, levantando la lengua hacia el paladar, y silbas.
Si eres un as te sale a la primera.
Si eres algo zoquete, primero escupes babas, suenas a balón pinchado y si te sale sonido es más parecido a un globo desinflándose que a un silbido propiamente dicho.



Hace un año yo era del segundo grupo.
Comencé a silbar cuando mis críos se alejaban largaban, pasaba de gritar cual presidenta de la liga marujil del pueblo, así que pensé que un silbido quedaba más cool.

Como mis críos son, además de requeteguapos, sordos selectivos, el silbidito no funcionaba, y desarrollé la técnica arriba explicada.

¡Oh, milagroso sonido! de pronto vi que reconocían mi "voz" de entre todas las voces y siempre se giraban a mirarme. A veces me saludaban con la mano y en raras ocasiones acudían.
Cada vez que silbo para que uno de mis retoños (suele ser el mayor) vuelva a mi, pueden pasar tres cosas:
1- que me salga la explosión de babas, en este caso, aunque no haya nadie observándome, siempre (y repito; siempre) hago un comentario en voz alta, del tipo "vaya mierda" o "cagüenlamar" como si me quisiese excusar ante algún ser invisible que no tuviese nada mejor que hacer que ver como una tipa que se cree competente la pifia silbando.

2- que me salga un silbido tan agudo, tan largo y tan perfecto que varias personas de los alrededores se giren para ver de donde procede tan fantástico sonido. En este caso también suelo sonrojarme y no tengo huevos a repetirlo, así que al final opto por el tercer punto...

3- grito a pulmón libre
¡y que viva la presidenta de la liga marujil!

martes, 18 de febrero de 2014

El sexo de las grasas

Clienta: "¿Qué diferencia hay entre la crema reductora intensiva para mujer y la crema reductora intensiva para hombre?"

(breve pausa para seleccionar la respuesta idónea...)

Farmacéutica: "En que una es para hombre y la otra es para mujer"

Excuse me?

sábado, 15 de febrero de 2014

Cucaracha en la cocina


Estás insomne por segunda noche consecutiva, llevas sin dormir desde las 03:00 de la "madrugá".
Tienes fiebre, mocos y tos destrozapulmones, y encima cuando has bajado a la cocina a chutarte un ibuprofeno, una cucaracha ha correteado entre tus pies.
Eso te ha hecho pensar en Kafka y su Metamorfosis.
Entre moco y tos te sientas en el ordenador y te dices: "¿Ahora que hago?"

Decidido: te abres un blog y te pones a escribir ipso facto esta mierda de entrada.

Te crees blogger